
Cada centro adaptará su proyecto lingüístico a las características sociolingüística del entorno para que el alumnado, al acabar la educación obligatoria, logre un perfil de B2 en euskara y castellano y B1 en un tercer idioma extranjero. La ley apuesta por reforzar el euskera como eje vertebrador de un sistema plurilingüe e intercultural y regula la capacitación de docentes.
La atención a las realidades lingüísticas del entorno de cada centro se traduce en que cada centro deberá desarrollar su propio proyecto lingüístico. Además, la Ley de Educación ofrece unas bases sólidas para poner en marcha un nuevo marco plurilingüe. Este marco común debe construirse de manera que incluya todos los espacios educativos y los recursos del aprendizaje. Deberá tener en cuenta para ello la realidad del entorno de cada centro. Es decir, deberá diseñar su modelo en respuesta a las características de su localización.
El debate sobre los idiomas, y más concretamente la referencia a los modelos lingüísticos que se recogen en la Ley del euskara, han centrado la atención mediática debido al debate político que ha suscitado su referencia en la exposición de motivos de la Ley. No obstante, lo que realmente transciende es la capacidad de planificación por parte de los centros para que las chicas y chicos obtengan el perfil de salida que marca la ley. Es decir, cada centro adaptará su proyecto lingüístico al marco sociolingüístico del entorno para que el alumnado salga con un perfil de B2 en euskara y castellano y B1 en una tercera lengua, algo que resulta inédito hasta el momento.
Otras de las cuestiones a subrayar es que esta nueva ley apuesta por reforzar el euskera como eje vertebrador de un sistema plurilingüe e intercultural y regula además la capacitación de docentes. La ley articula la capacitación de docentes en dos ámbitos imprescindibles como son la formación en competencia lingüística y la formación en aspectos metodológicos del aprendizaje de las lenguas.